¿Qué es el Proceso Depurativo?

(Botón de descarga del dossier debajo del texto)

Lo que habitualmente llamamos enfermedad, no es más que un intento del cuerpo por sobreponerse al agobio tóxico… que nosotros mismos generamos cotidianamente y nunca aliviamos. Es fácil constatar cómo reduciendo la toxemia, remiten los síntomas que habitualmente rotulamos como “enfermedades”. Como dijo un sabio alemán: “Curar es limpiar”. Por lo tanto no podemos pretender solución efectiva de ningún problema de salud, sin resolver el colapso tóxico que ha sido causa profunda del síntoma, luego convertido en “enfermedad”.

En presencia de un organismo sobrecargado de toxinas, y más aún, si dicho estado de sobrecarga es de antigua data, la pregunta resulta obvia: ¿por dónde empiezo? Por cierto, cada organismo es distinto y reacciona en forma diferente, pero en todos los casos la necesidad imperiosa es una: limpiar para restablecer el orden perdido.
Es por ello que, a modo de estrategia inicial, hablamos de un paquete depurativo básico. Dicho conjunto de acciones, está basado en dos aspectos imprescindibles y complementarios, que van bien para todos: evacuar los desechos antiguos acumulados y evitar que penetren nuevos desechos, sin dejar de satisfacer las necesidades orgánicas. Tal como indica el ejemplo del automóvil con su motor carbonizado, ambas cosas (limpiar y no ensuciar) deben realizarse al mismo tiempo.
Una cuestión importante a comprender cuando abordamos un proceso como el que proponemos, es que solo el cuerpo cura. En realidad nuestra función “curativa” se limita a crear las condiciones para que el propio organismo, a través del trabajo mancomunado de billones de células, pueda realizar las tareas de reparación, limpieza, regeneración y restablecimiento del equilibrio fisiológico perdido.
Es algo que la inteligencia corporal viene haciendo a la perfección desde hace millones de años… siempre y cuando el hombre lo permite. O sea que basta con que retiremos y dejemos de colocar “palos en la rueda”, que obstaculizan la tarea de la inmensa inteligencia y sabiduría corporal que nos anima.
Por todo esto, un eficiente abordaje depurativo implica transitar seis carriles simultáneamente: la limpieza de los órganos más comprometidos (intestinos e hígado, en ese orden), desparasitar, depurar fluidos con preparados vegetales, oxigenar el medio interno y hacer un reposo digestivo semanal, a lo cual se suma el imprescindible cambio nutricional, o lo que llamamos “no ensuciar”.
Muchas personas que se asoman temerosas a este tipo de abordaje, deciden ir probando alguna cosa por vez. Claro que hacer sólo alguna de estas prácticas es siempre mejor que nada, pero si pretendemos resolver un problema crónico, debemos considerar un abordaje integrado y sinérgico, lo cual nos garantiza la máxima eficiencia reparadora, en tiempo y profundidad.
Un ejemplo. Desparasitar es siempre bueno y todos lo necesitamos. Pero si uno sólo desparasita, estará generando mortandad de parásitos y este material tóxico debe ser administrado por órganos ya colapsados a causa de la invasión parasitaria que se combate. Por ello la necesidad de contar con órganos depurativos limpios y bien funcionales. En esto ayudan las limpiezas, el reposo digestivo y los depurativos (Tónico herbario, Zeolita, Baplaros, etc).
Siguiendo con el ejemplo anterior, poco sentido tiene matar parásitos si al mismo tiempo estamos estimulando su desarrollo a través de una alimentación ensuciante con lácteos, harinas, refinados, carnes, exceso de cocidos, etc. Este enfoque nos obliga a ser responsables con lo que hacemos o dejamos de hacer; somos nosotros los que manejamos la intensidad y la eficiencia de un proceso depurativo.